martes, 12 de noviembre de 2013

Olvidos y deterioro de la memoria ¿Cuándo PREOCUPARSE?


Olvidarse de algunas cosas es normal y a todos nos pasa, pero cuando entramos en la madurez, el olvido puede volverse un poco más remarcado.

El olvido, tan común y cotidiano, a la vez que un signo del buen funcionamiento de nuestra memoria, también puede hacernos sospechar que estamos desarrollando algún tipo de enfermedad mental, como el Alzheimer. Así, en este artículo vamos a analizar la diferencia entre el olvido normal, cotidiano (que no es síntoma de ninguna afección de gravedad, sino todo lo contrario) y la pérdida de memoria que aparece en los primeros estadios de algunas enfermedades mentales.


¿Por qué pierdo la memoria?


Los olvidos son normalmente fruto de la vida cotidiana. Nuestra memoria trabaja siempre, pero también acaba acomodándose a la rutina que domina nuestras vidas. En el momento en que la rutina cambia, los conocimientos nuevos hacen que los conocimientos más antiguos sean tenidos menos en cuenta por el cerebro.

La compra semanal es buena prueba de ello: si cambiamos de productos e incorporamos nuevos, aquellos otros que usualmente comprábamos antes, son desechados por nuestra memoria a corto plazo. Y así, nos suele suceder que nos olvidamos de ingredientes que eran y continúan siendo esenciales.

No recordar una cara, un nombre o comprar algo representa un olvido corriente, pero si se me olvida hacer toda la compra, entonces es muy probable que podamos comenzar a hablar de pérdida de memoria…

La pérdida de memoria puede tener su raíz en distintos factores, por ejemplo:
  • Estrés agudo
  • Depresión
  •  Menopausia
  • Traumatismos craneoencefálicos
  • Abuso de drogas o alcohol
  •  Enfermedades como la hipertensión
  • Colesterol elevado
  • Algunas afecciones hepáticas
  • Trastornos de la glándula tiroides
¿Cuándo debo comenzar a preocuparme?
  • No ser capaz de resolver problemas o tomar decisiones que normalmente hacíamos.
  • Experimentar confusión sobre tiempo y lugar; si nuestro cerebro recurre a nuestra memoria a largo plazo y a situaciones alejadas en el tiempo, en vez de utilizar nuestra memoria a corto plazo (el ejemplo característico es el de una persona jubilada desde mucho tiempo atrás, que de repente comienza a vestirse por la mañana para ir a su trabajo).
  • Cambiar bruscamente de temperamento y personalidad.
  • No recordar nada de lugares o acciones realizadas poco tiempo antes. Especialmente si estas acciones han requerido una buena demanda atencional. Es normal que la ejecución de procedimientos automatizados, como el conducir, creen lagunas en la memoria durante el periodo que los hacemos porque cognitivamente estamos trabajando en otors asuntos.
  • Mostrar problemas con nuevas palabras, al escribir o leer.
  • Tener dificultad para realizar tareas con las que anteriormente estábamos ampliamente familiarizados.
  • Perderse o sentirse confundido cuando se realizan recorridos habituales o se transita por lugares cotidianos.
Memoria a corto plazo

Como puedes deducir, la clave para diferenciar entre el olvido, la pérdida de memoria y enfermedades cognitivas degenerativas como el Alzheimer, es la memoria a corto plazo.

Si observas que tu cerebro utiliza tu memoria a largo plazo para procesar información reciente, en vez de tomar la referencia lógica que le brinda la memoria a corto plazo y sigues repitiendo este tipo de esquemas, sin dudas debes visitar a tu doctor.

Si hoy se te olvidó comprar la leche, simplemente trata de hacer más ejercicio físico para oxigenar bien tu cerebro (al menos 30 minutos diarios) y también actividad que estimule la actividad cerebral como lectura, jugar al ajedrez, resolver crucigramas, hacer cuentas mentales, etc.

Pero ten en cuenta algo sumamente importante: si puedes, intenta disminuir el estrés de tu vida cotidiana. Todas estas claves te ayudarán a mantener tu cerebro activo y tu memoria “fresca”.

Entonces, ¿qué hago?

Para resumir, hay ciertos olvidos que pueden ser catalogados como “normales” (por ejemplo, en qué lugar dejamos las llaves, o un documento) y que pueden estar originados por el apuro, la vida agitada que llevamos con las preocupaciones características, la distracción o el cansancio. Este tipo de olvidos, por lo general, no revisten gravedad y, por ende, no deben ser motivo de preocupación.

Por el contrario, existen otra clase de situaciones a las que sí debemos prestar atención y no pasar por alto. Si comenzamos a notar que no somos capaces de recordar cuál fue el almuerzo del día anterior, el nombre del libro que terminamos de leer algunos días atrás, si olvidamos completamente una cita importante que teníamos prevista con tiempo, entonces, probablemente haya llegado el momento de realizar una consulta médica. 

Es muy importante aclarar que no todos los casos de pérdida de memoria implican que se va a desarrollar Alzheimer o alguna otra enfermedad de la misma naturaleza. Sin embargo, si comenzamos a notar con frecuencia este tipo de síntomas en nosotros o en un familiar, lo mejor es acudir al especialista para determinar si estamos ante un proceso degenerativo en estado temprano o si simplemente se trata de una pérdida de memoria de la que podemos recuperarnos a través de las terapias adecuadas.

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